jueves, 22 de febrero de 2007

Los errores del nacionalismo

Este artigo en lingua galega: Galiza Israel
Siempre he estado convencido de que una persona puede ser todas las cosas que quiera, y a la vez. Es decir, de izquierdas y de derechas, católico y comunista, gay y conservador, cazador y amante de los animales… Se trata de una libertad no sólo defendible, también rica per se y necesaria para transformar el mundo más allá de la habitación de colores grises donde vivimos. Y si la persona en concreto se contradice, y alguien se lo echa en cara, ya tendrá los arrestos de responder como Miguel de Unamuno: ¿y a usted quien le manda entrometerse?
Viene esto porque, en mis humildes entendederas, y a través del conocimiento cereño proporcionado por la experiencia, el internacionalismo y el nacionalismo no se me emparejaban bien. El nacionalismo tiene un punto de orgullo y de reaccionarismo sin el cual no le sería dable existir. No se confronta con los otros nacionalismos (salvo con uno, el de la nación bajo la égida de la cual se halla), pero se cierra en banda ante cualquier ataque a sus señas de identidad (la lengua, la bandera, el himno, el territorio, las costumbres, la historia…). Si un nacionalista se ve amenazado en cualquiera de estos frentes, va a saltar sin pensárselo, a modo de tigresa con sus cachorros. Ahora bien, la mala conciencia (si el individuo, asimismo, se proclama “de izquierdas”) le advendrá si quien formula el ataque no es un maldito centralista, sino un pobre inmigrante. Una mala conciencia verdaderamente insoluble, y, sin duda, le causará problemas si no acepta lo que es –nacionalista– y qué conlleva tal cosa.
Lo he pensado muchas veces del nacionalismo valenciano. Me hacía la pregunta, cuando leía a los próceres del pensamiento de aquí, es decir, si eran más nacionalistas o más de izquierdas. Y de manera obsesiva y reincidente he llegado a la conclusión de que no existía el nacionalismo valenciano, sino la izquierda valenciana con ribetes nacionalistas, lo cual no quiere decir que no haya sinceridad en los planteamientos de este talante, sino una supeditación a los vectores socialistas/comunistas. A este respecto, recuerdo unas líneas memorables de Jon Juaristi sobre uno de los poetas malditos idolatrados de mi juventud: Jon Mirande (pagano, escritor en córnico y bretón además de en euskara, nacionalista vasco, provocador nato, lector en todas las lenguas de Europa, pederasta, esquizofrénico y suicida). Juaristi hace referencia a una salida de tono de Mirande defendiendo Francia con rabia y con decisión. Lejos quedaba esa imagen del independentista Mirande, y de cómo hay algo que somos por encima de cualquier elección pública o estética (Mirande, francés).
El Bloque Nacionalista Galego ha demostrado recientemente que tampoco es nacionalista. ¿Y por qué digo esto del BNG? Por la reciente decisión del Consello Comarcal de Vigo de abrir un expediente, retirar la militancia y expulsar del partido a Pedro Gómez-Valadés, responsable del área de Cultura y Lengua de la ejecutiva nacionalista en la comarca viguesa. La causa no es otra que ejercer su libertad de expresión mediante la presidencia de la Asociación Galega de Amizade con Israel (AGAI). En palabras de Manuela Rodríguez, responsable comarcal del BNG de Vigo, que recojo y traduzco del diario La Opinión de A Coruña, el gobierno de Israel apuesta por prácticas imperialistas, y declarar lo contrario es incompatible con los principios nacionalistas. ¿Principios nacionalistas?, ¿prácticas imperialistas? Deduzco de tal afirmación que para la señora Rodríguez el nazismo alemán no era en absoluto nacionalista, dada su política imperialista en Europa, Asia y África; ni para los leoneses y asturianos lo será el BNG, dada su clara defensa de la galleguidad del Bierzo y de la zona del Navia-Eo, lo que es visto como una clara intromisión imperialista para muchos de los oriundos de esos antiguos reinos. ¿O no tiene el irredentismo, siglos después, maneras de imperialismo?
Lo que hemos de apreciar es qué ocurre cuando un partido de izquierdas, el BNG (y no estoy criticando a la izquierda, sino haciendo ver que la conjunción izquierda/nacionalismo reivindicativo es falaz; las diferencias de este grado ya llegarán una vez obtenida la independencia) le ve las orejas al lobo del nacionalismo. Porque la verdad es que no hay país en el mundo, y menos aún en Europa, que haya obtenido la independencia haciendo valer derechos milenarios. ¿Podemos defenderlos para los sioux, los vascos, los zulúes –incluso para los afroamericanos– y no para los judíos? Porque, no lo olvidemos, nunca dejaron de vivir judíos en el actual Estado de Israel.
No obstante, el BNG no ha querido ver el modelo que deberían ser los nacionalistas israelíes (e incluso para algunos podrían serlo incluso los radicales israelíes, en su lucha contra el poder colonial británico) para los nacionalistas de Europa en cuanto a exaltación del pasado, a resurrección de su lengua, a orgullo de nación, a la intención de liderar una potencia y no sólo subsistir, a crear un Estado laico al modelo occidental (pues los israelíes son europeos en su mayoría), a ser una referencia de unidad y de resoluciones, a experimentar un socialismo que entusiasmaba, a la felicidad de volver a su patria, a la necesidad de vivir en paz para siempre, lejos de tantos peligros, persecuciones y matanzas... Los independentistas europeos de Gales, de Sicilia, de Córcega, de Galicia o de Valencia, en esto, habrían de tener como modelo a Israel, no a países árabes (donde tan diluido está el nacionalismo, si existe) o a los Estados africanos nacidos de aquella oleada de abandono y expolio que supuso su acceso a la independencia política. Y, sobre todo, deberían ver también qué es un país normal y de alto nivel. Que lean, por favor, a Etgar Keret, visionen a Amos Gitai, y escuchen a Aviv Geffen. Un nacionalista busca referentes. Israel proporciona un número infinito.
Sin embargo, el BNG no es nacionalista. Y no lo es porque se ha preguntado: ¿qué dice la izquierda del conflicto de Oriente Medio? Que Israel es asesino, genocida, bárbaro, colonialista, imperialista… Pues si el BNG es de izquierdas ha de pensar así, obviando preguntarse qué es el nacionalismo y quién es nacionalista. Por eso, deduce, si alguien en el partido defiende a esa entidad política no es de izquierdas y está en contra de nosotros: expulsión. Buen ejercicio soviético han demostrado: no al debate, sólo silencio.
Y aún les quedaba una última coronilla: que Pedro Gómez-Valadés pida perdón. ¿Perdón por defender la existencia de Israel y la convivencia pacífica de dos Estados, como se afana en repetir también en La Opinión de A Coruña? ¿Perdón por ejercer su libertad individual? ¿Perdón por hacer uso de los medios de expresión que le proporciona el Estado de derecho, la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos? ¿O no se da cuenta el BNG de que está vulnerándolos todos? ¿Quién decide quién es del BNG o no? ¿También expulsará a un amante de las corridas de toros? ¿A alguien que defienda la lengua asturiana y el derecho de su Academia de regir las lenguas del actual Principado? ¿Dónde acaba la caza de brujas cuando comienza?
Produce pavor ver con qué impunidad se pone coto a las libertades más íntimas de cada uno de nosotros. Y cómo un partido progresista (o al menos dice que lo es) las ataca con más saña. A fin de cuentas, ¿qué tendrá que ver Israel con el nacionalismo gallego? ¿Hasta qué grado se está envenenando a la sociedad con un nuevo antisemitismo de guante blanco?