lunes, 12 de febrero de 2007

Sonrisas y lágrimas

Este artigo en lingua galega: Galiza Israel
El suplemento de cultura de otro mamut editorial, El País, publicaba el pasado sábado una reseña, a cargo de Juan José Tamayo, de cinco recientes libros de la Junta Islámica firmados por conversos españoles. En primer lugar, sorprende que un teólogo cristiano se ocupe de estas cuestiones, con la riqueza que ya hay dentro de las fes cristianas y la necesidad de difusión de algunas de ellas (bien liberales, por cierto, como el episcopalismo estadounidense (casi) ex anglicano); en segundo, llama la atención que uno de los suplementos culturales por excelencia dedique tan vasto espacio a una editorial que pocos anuncios le incluirá en sus páginas y cuyos temas no son, en principio, de alcance mayoritario. Sin embargo, lo más curioso de toda esta cuestión es la lengua utilizada por los autores para sus libros y por Tamayo para su multirreseña: el español.
Supongamos un escenario distinto. Pensemos en un conjunto de católicos –de seguidores del Papa, vaya, nada de minúsculas Iglesias– con una serie de ideas originales sobre el catolicismo. Imaginemos, mejor, un grupo de seis o siete personas (tal vez alguna más si contamos los hijos) que se dedican a escribir cosas como las siguientes: 1) La relación de Jesús con Juan muestra a las claras que el amor predilecto del Mesías era el que se establecía entre varones; 2) El milagro de convertir el agua en vino y, al final de sus días, el hecho de consagrarlo son indicativos de que todas las celebraciones religiosas han de acabar en borracheras; 3) El “dejad que los niños se acerquen a mí” era una clara muestra de que el amor no conoce edad y, en este sentido, Jesús sancionaba las prácticas griegas (lengua que, a todo esto, hablaba); 4) La negación de la familia implica que todo católico ha de volver la espalda a los suyos para construir una comunidad de amor distinta a la sanguínea… Podría seguir así hasta el delirio. Y nadie podría acusarlos de no estar leyendo correctamente el cristianismo, pues sería una interpretación más, personal y asociativa, y, como tal, interesada. Incluso se escudarían en que Jesús instituyó la figura del Papa para afirmar su catolicismo a ultranza (aunque éste habría de adecuarse, evidentemente, a lo que ellos, o su grupito, expresaran).
Supongamos ahora que tal corpúsculo católico existe y publican libros. El objetivo es influir en la sociedad para que la mayoría de quienes practican la fe católica adopten su visión y sigan lo que es la interpretación correcta del mensaje. Nos parecería normal, ¿no? O al menos nos lo parecería si se empleara el español, el inglés, el francés, el alemán… el asturiano, el galés… ¿Pero nos parecería lógico que tal mensaje liberador, que la interpretación verdaderamente correcta de los evangelios, tras arduas exégesis y juegos malabares lingüísticos, que los volúmenes donde están las bases de “otro catolicismo es posible” se publicaran en árabe, en persa o en urdu? ¿Qué fin veríamos en tal acción? ¿Respondería a alguna lógica expresable?
Ésa es la paradoja de esos libros y de esa reseña tan bonita. Si sus propulsores desean que el islam se convierta en lo que ellos practican y defienden (homosexualidad, naturismo, chamanismo, estados alterados de conciencia, no al uso obligatorio del hiyab, democracia, tolerancia religiosa, apertura de las mezquitas a los creyentes de cualquier religión, rechazo de la violencia…), el idioma más idóneo para decirlo no es el español (ni el inglés), sino alguna de las lenguas orientales que he citado. Es ahí donde habrán de incidir para transformar no una religión, sino toda una cultura y una forma de entender las relaciones humanas, sociales y políticas, tan radicalmente opuestas a las europeas.
Pero publicar en español no tiene mucho sentido, la verdad, a no ser que el fin no sea transformar las sociedades musulmanas, sino convencer a la europea de que el islam es de la manera maravillosa y falsa (a los hechos me remito) que ellos propugnan. Así no habrá ningún tipo de prevención ante los musulmanes de verdad, los que, aprovechándose de la propaganda, vengan a reclamar cualquier tipo de derechos contrarios a la identidad y a la idiosincrasia de Europa.
Reseñas como la de Tamayo (castellano, cristiano y teólogo) producen, además, tristeza, pues uno se da cuenta de hasta qué punto sigue habiendo candidatos a Efialtes entre nosotros.