lunes, 26 de marzo de 2007

La Europa del vómito

Este artigo en lingua galega: Europa Europa
Hacía tiempo, y ya es difícil, dada la altura intelectual de nuestros días, que no leía tanta imbecilidad junta en tan pocas líneas. Ha tenido la gentileza Álvaro Vasconcelos, director del Instituto de Estudios Estratégicos e Internacionales de Portugal, de quien reproducía el pasado 25 de marzo de 2007 el rotativo El País un artículo, “Una Europa mundo”, donde no cabe mayor autoodio, deseo de genocidio cultural y errónea mala conciencia; de haberlos, el periódico explota.
Celebraciones de la desintegración de un pueblo –del nuestro, para más señas– suelen tener lugar todos los días; pero es más díficil que tales textos, además tan insidiosos y mezquinos, salgan a plena página en un gran medio. Sin embargo ahí lo tenemos, toda la inquina de Álvaro Vasconcelos, contra sí mismo y contra su nación, excretada en forma de escrito donde pide que Europa se desintegre, desaparezca, deje de ser, confundiendo derechos humanos con derechos de un pueblo, tergiversando respeto hacia lo diferente con disolución de una cultura, viendo en los nacionalismos europeos el principio de todos los males (debería recordar cómo nació Portugal…), deseando que Europa sea un simple mercado (perdón, “zoco”), donde sólo se respete la cultura de los forasteros (los únicos que, valga la paradoja, demuestran verdadero interés y conciencia en proteger la suya; si fueran como Vasconcelos… o si fuéramos como ellos…).
Hay dos puntos donde el artículo de nuestro “analista” da el do de pecho. Son afirmaciones tajantes: “el islam es una gran religión europea”, es la primera; la segunda es aún más increíble: “la Unión [Europea] debe extender la lógica de inclusión [a los países del Mediterráneo]”. Estos intentos de emponzoñar la vida de los europeos, de realizar un lavado de cerebro integral de lo que generaciones tras generaciones hemos sido, han de atajarse con negativas radicales: el islam no es, ni será nunca, una religión europea, y la Unión Europea jamás debe ampliarse a Estados no europeos. Así de sencillo. Quien esté en contra de estas dos afirmaciones será un riesgo para la supervivencia de Europa, pues estará abogando por un genocidio cultural, social y religioso: el nuestro.
Evidentemente, Álvaro Vasconcelos no se queda ahí, también azuza los fantasmas inexistentes de la extrema derecha (¿qué extrema derecha hay peligrosa en Europa?, ¿quién amenaza la seguridad de los europeos: los nazis o los islamistas?, ¿quién pide la recuperación de España con el mal nombre de al-Ándalus: los secuaces de Adolf Hitler o los de Bin Laden?, ¿quién ha matado en España últimamente: partidos fascistas organizados o los marxista-leninistas y los islamistas?), solicita la aprobación de una carta europea contra la xenofobia y el racismo (en la cual querrá, muy posiblemente, que la crítica de ciertos comportamientos islámicos sea considerada delito, que todo cuanto no se quede en desprecio de la tradición europea sea sospechoso, como están consiguiendo ya), aboga por la adhesión de Turquía a la Unión Europea de manera inmediata (para demostrar que no somos un club de civilizaciones, sino “mundo”) y embaucando, al incauto que crea en su discurso, con un “sólo siendo mundo podrá la Unión seguir siendo Europa”: la cuadratura del círculo, la plasmación más exacta de su desconocimiento.
¿Por qué hay tanto interés por parte de los europeos en destruirse? ¿Por qué defienden algunos políticos, y con tanto celo, aquellas culturas cuya implantación y extensión nos van a llevar a convertirnos en minorías en nuestras tierras ancestrales? ¿Reciben algún “sueldo” o es congénita su necedad? Muchas preguntas sin respuesta. Pero tras la lectura del panfleto de Vasconcelos sólo queda una cosa clara: la Europa mundo que abandera será el mundo sin Europa.